Una novela sobre la vejez y la muerte. Es un duelo, un testamento.

Fabio Martínez | @fabiomartinez55

Acaba de salir en las librerías del país, la última novela de Fernando Vallejo, titulada Escombros.

Vallejo es, quizás, el escritor más odiado de Colombia porque a lo largo de su vida ha denostado contra una clase política, que no se ha caracterizado justamente por su honestidad y su transparencia.

Y odiar en Colombia es fácil. Desde la independencia con los españoles, este ha sido nuestro deporte nacional. Vallejo lo sabe. Por esto, desde que publicó su primera novela de formación, Los días azules, pasando por sus tres biografías sobre Barba Jacob, J. A. Silva y el filólogo Cuervo hasta esta última joya literaria negra, el escritor antioqueño no ha dejado de fustigar al país, que según sus palabras, se viene desmoronando, como Argentina, Cuba, México, Perú, Venezuela y todo el continente.

Pero si a Vallejo se lo pone en el asador del inquisidor por sus diatribas incendiarias que provienen del discurso de los heresiarcas (verbigracia, Vargas Vila en el siglo antepasado), no se puede negar que es uno de los grandes escritores hispanoamericanos que dominan con maestría la lengua castellana.

Colombia y el continente hacen parte de un conglomerado de países hipócritas y moralistas que sobre el papel se declaran democráticos, pero que en la práctica, reproducen lo peor que puede arrastrar una sociedad: corrupción, narcotráfico y mentiras políticas.

Como a Cristo, a Vallejo se le quiere crucificar, pero el país y el continente callan ante los miles de desplazados que a diario salen de Venezuela, la represión estatal que se ejerce desde Cuba y Nicaragua, o la exportación de mercenarios colombianos acusados de cometer magnicidios.

Vallejo se desnuda en esta novela y muestra sus amores, sus odios, y sus pasiones. Su amor por su abuela materna Raquel, por David, por los efebos asesinos de Acapulco, y por los animales

Escombros es una novela que nos habla de los últimos días que vivió el escritor con su amante mexicano, el coreógrafo David Antón, en medio de un terremoto. Es una novela sobre la vejez y la muerte. Es un duelo, un testamento. Es la mortaja de Penélope que día a día va tejiendo el personaje Fer, que ya instalado en la bella y violenta Medellín, escribe una novela tierna y sincera, con un lenguaje terso, abisal, como todo lo que ha escrito Vallejo.

Digo sincera porque en esta novela y a través de un narrador curioso y sensible, que se mueve como la cámara del ‘cine de carretera’, Vallejo hace de nuevo, un descenso al infierno, dedicándole un merecido homenaje al coreógrafo mexicano, quien en vida conoció a las actrices María Félix y fue amigo personal de Dolores del Río, y destacando su gusto por la belleza y su pasión por el coleccionismo.

Joyas, vajillas y fetiches culturales, que fueron arrasados por el último terremoto al que sobrevivió el escritor, y que dejó en la ruina el apartamento de la calle Amsterdam 122 de la Colonia Condesa donde vivió con su amante por más de cuarenta años.

Vallejo se desnuda en esta novela y muestra sus amores, sus odios, y sus pasiones. Su amor por su abuela materna Raquel, por David, por los efebos asesinos de Acapulco, y por los animales.

Su odio hacia los políticos, los curas, los escritores lambones, Einstein, y su misoginia, que nunca ha disimulado.

Escombros es una novela bella, tierna, violenta, escrita por un personaje que quiere contar los últimos días del mejor coreógrafo que tuvo México en el siglo pasado. Una novela necrológica, donde por fortuna, el autor salió ileso, gracias a Brusca, la perrita callejera que una vez adoptó en las calles de Ciudad de México.

FABIO MARTÍNEZ
hector.f.martinez@correounivalle.edu.co