Judit en el banquete de Holofernes
1634. Óleo sobre lienzo, 143 x 154,7 cm
Museo del Prado – Madrid, España
En el pasado, diferentes autores manifestaron su escepticismo con respecto a la atribución de este cuadro a Rembrandt. Sin embargo, el Rembrandt Research Project lo incluye en el Corpus (1986) como original del pintor, lo que ratifica el estudio técnico llevado a cabo en el Museo del Prado ese mismo año. En relación con la firma, la falta de firmeza en el trazo y, sobre todo, el color amarillo la hacen dudosa, pero la ortografía Rembrant aparece en diversos cuadros fechados en 1633, en algunos grabados entre 1632-33 y en los documentos más tempranos firmados por el pintor. Pero además, la fecha consignada concuerda con las características artísticas de esa etapa del pintor. Esta escena forma parte de un pequeño grupo de alegorías personificadas por la figura de mujeres heroicas, es decir, diosas o heroínas de la Antigüedad y del Antiguo Testamento que Rembrandt pintó entre 1633-1635.
Sobre un fondo oscuro se impone la figura de una mujer suntuosamente engalanada con un vestido bordado de mangas abombadas y largas, jubón de seda blanca con bordes y cierres de pasamanería dorada, y amplio cuello de armiño adornado con una cadena de oro engastada con rubís y zafiros. Lleva pulsera, collar de doble vuelta y pendientes de perla. El cabello cae suelto sobre los hombros y está adornado con un hilo de perlas y una cadena de oro. Una joven sirvienta, arrodillada ante ella y de espaldas al espectador pero en perfil perdido, le ofrece una copa formada por una concha nautilus sobre pedestal de oro que contiene vino (o al menos un líquido rosáceo). Ambas figuras son de tamaño natural y están representadas de tres cuartas. El fondo está muy oscurecido y en gran parte perdido. En la actualidad, tan sólo es claramente visible, la figura de una vieja sirvienta, situada entre la mujer sentada y la joven con la copa, con la cabeza cubierta por una toca blanca y que sujeta con ambas manos un paño del que cuelga por el lado izquierdo un cordel; a la derecha, detrás de la mujer sentada, son perceptibles los pliegues de una cortina de color rojo oscuro. Sin embargo, en una fotografía antigua se ve claramente que entre la joven con la copa y la vieja sirvienta había una cortina adamascada similar al paño que cubre la mesa, y que el paño que sujeta la sirvienta vieja es un saco semi abierto del que cuelga a un lado un cordel rematado con un bordón. La radiografía revela un importante cambio compositivo. En la composición original el espacio entre las dos figuras está ocupado por una figura femenina, también de tamaño natural y de tres cuartas, que mira y se inclina hacia la mujer sentada. Lleva la cabeza cubierta con una toca y sujeta con su mano derecha un objeto oblongo. A la vista de la radiografía quedan abiertas dos cuestiones fundamentales -por qué y quién hizo este cambio compositivo- que están en relación directa con la interpretación iconográfica de esta escena, la cuestión que ha sido, y sigue siendo hoy, la más controvertida en relación con esta escena.
Desde finales del siglo XIX esta escena se ha interpretado como una representación de la reina Artemisa dispuesta a beber las cenizas de su marido y hermano Mausolo para convertirse en su sepulcro viviente. Sin embargo, la tipología de la vieja sirvienta, el saco, la criada con la lujosa copa, las ricas vestiduras de la protagonista, las cortinas del fondo (visibles en una fotografía antigua) y el libro abierto sobre la mesa permiten una nueva interpretación de esta figura como Judit, que es, además, como figura descrita en los inventarios reales. Una identificación que, desde el punto de vista histórico, vendría justificada por la auto identificación de los holandeses, en su lucha de liberación, con el pueblo hebreo. En este contexto, Judit era una de las heroínas bíblicas que mejor simbolizaba la reivindicación patriótica frente a los españoles.
Por otra parte, la imagen radiográfica revela un importante cambio compositivo. En la composición original el espacio entre las dos figuras está ocupado por una figura femenina, también de tamaño natural y de tres cuartas, que mira y se inclina hacia la mujer sentada mostrándole un objeto. Cabe concluir que en principio Rembrandt, como era frecuente entre los pintores holandeses al abordar temas bíblicos, habría optado por representar un momento de la historia de esta heroína bíblica no tratado por la iconografía italiana y católica, como era Judit atendida por los sirvientes de Holofernes al llegar al campamento de éste. Ahora bien, la ausencia de tradición iconográfica para este tema podía dificultar su comprensión, por lo que se habría sustituido el fondo original por la cortina y la figura de la vieja sirvienta con el saco para representar a Judit en el banquete que le ofrece Holofernes mientras la criada espera fuera con el saco donde guardarán la cabeza del general enemigo, una escena para la que sí había tradición iconográfica y, por tanto, era comprensible para todos. El estado actual de conservación de la pintura impide confirmar si esta sustitución es de la mano del pintor o de su taller.
Posada Kubissa, Teresa, Pintura holandesa en el Museo Nacional del Prado. Catálogo razonado, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2009,