Honorio Velasco: «Sobre el origen de las lenguas sabemos que no sabemos»
El catedrático de antropología social aborda numerosas cuestiones sobre el origen del lenguaje, del pensamiento y de las culturas humanas en su libro ‘Hablar y pensar, tareas culturales’, que edita la UNED
Publicado en El Cultural, Madrid, España
FERNANDO DÍAZ DE QUIJANO
¿Cuándo apareció el lenguaje humano? ¿Cómo era? ¿Todas las lenguas actuales proceden de una sola lengua primigenia? ¿El lenguaje determina el pensamiento o al revés? ¿Compartimos todos los seres humanos una serie de emociones universales? Estas y otras muchas cuestiones son objeto de debate en el campo de la antropología lingüística y cognitiva, es decir, la ciencia que estudia el origen y la evolución del habla y del pensamiento. Se trata de un campo en el que nunca encontraremos la verdad absoluta, ya que no podemos viajar (¿aún?) hasta la época de nuestros más remotos antepasados. Por el momento, la mejor alternativa a la máquina del tiempo para todos aquellos interesados en estos temas, así como en la indisoluble relación entre biología, cultura y lenguaje que nos hace humanos, es Hablar y pensar, tareas culturales, el último libro del catedrático de Antropología Social de la UNED Honorio Manuel Velasco Maillo.
Título: Hablar y pensar, tareas culturales. Temas de antropología lingüística y antropología cognitiva
Autor: Honorio Manuel Velasco Maillo
Editorial: UNED
Año de publicación: diciembre 2020
Disponible en Editorial UNED
Disponible en Unebook
Pregunta. ¿Cuál es el propósito de su libro y a quién va dirigido?Publicidad
Respuesta. En el libro se abordan algunas cuestiones y problemas clásicos relativos al origen del lenguaje, a la diversidad lingüística, a las visiones del mundo que van asociadas a las lenguas y a las categorías y modos de conceptualización y a los esquemas y modelos culturales con los que los grupos humanos dan orden al mundo y a las sociedades en las que viven y que les sirven para comunicarse y entenderse. En el análisis de todas estas variadas formas de hablar y pensar se percibe una tensión entre la singularidad y la universalidad. Por un lado, cada lengua es diversa, singular, intraducible, y por otro lado, los seres humanos compartimos los mismos mecanismos de habla y los mismos procesos cognitivos y somos capaces de comunicarnos, de comprender y empatizar unos con otros. El libro va dirigido a estudiantes e interesados en Antropología, pero también en todas las ciencias humanas y sociales que en el fondo se encuentran antes o después con esos mismos problemas.
P. Dice que la búsqueda del origen del lenguaje es una materia de estudio que “debería haberse abandonado, dada la descorazonadora escasez de datos”. ¿Qué sabemos, de manera irrefutable, sobre el origen del lenguaje? ¿Se llegará a alguna conclusión más o menos definitiva en algún momento o solo podemos aspirar a acercarnos todo lo que podamos a la verdad?
R. De manera irrefutable sobre el origen de las lenguas sabemos que no sabemos. No sabemos si tuvo uno o varios orígenes, en un solo lugar o en varios separados entre sí, ni si al mismo tiempo o en tiempos distintos, ni si surgió una o varias lenguas, ni si apareció o aparecieron de repente o gradualmente, ni si solo por los Homo Sapiens modernos o también por otros homininos. De momento se ha llegado a alguna conclusión sobre la “capacidad” de habla atribuida con fundamento a individuos que conocemos porque se han hallado sus restos fósiles o incluso algunos rasgos culturales suyos, pero no qué lengua hablaban y entre quiénes o hasta dónde se extendía esa lengua. Tal vez llegue a ser posible determinar con mayor precisión en qué consistía esa “capacidad” de habla y si podría estar asociada funcionalmente, por ejemplo, al uso de herramientas o empleo de pinturas corporales o incluso a rituales funerarios.
P. ¿Se sabe qué especie de homínido protagonizó la aparición del lenguaje? ¿Se conoce un marco temporal más o menos aproximado de ese origen?
R. Recientemente se han ampliado los límites temporales de los Sapiens modernos en África (hasta unos 200.000 años), pero si a los Homo Sapiens arcaicos, a los Neanthertales y los Denisovanos se les reconoce igualmente la “capacidad” de habla podrían llegar esos límites hasta los 800.000 años o tal vez más.
P. ¿Qué es el principio de la unidad psíquica de la humanidad y por qué es importante para el estudio del lenguaje y del pensamiento?
R. El fundamento de los argumentos de la universalidad del lenguaje y de los procesos cognitivos en los individuos de la especie humana es un principio teórico denominado la “unidad psíquica de la humanidad” del que se deriva la existencia de una “mente” humana. El principio permite postular no solo la comunicación sino también la comprensión mutua entre todos los seres humanos, asegura entonces una base de traducibilidad entre las lenguas y también un fondo común que facilita compartir sentimientos y confrontar razonamientos que conduzcan a juicios coincidentes. En suma, mentes humanas capaces de entenderse y de ponerse en el lugar del otro.
P. El lenguaje y las ideas ¿son previos a la aparición de la sociedad? ¿O primero surgió la sociedad y luego aparecieron el lenguaje y las ideas?
R. El comportamiento social en muchas especies (y especialmente en insectos sociales) es particularmente complejo y en buena medida está apoyado en mensajes comunicativos entre unos y otros. En los vertebrados y sobre todo entre primates en contextos naturales se rige mediante unos patrones que distinguen jerarquía, pertenencia a grupo, división sexual del trabajo, etc. e igualmente está apoyado en señales de llamada o de gestos, de modo que no cabría plantear los conceptos de lenguaje y de sociedad disociados o evolutivamente emergentes en distintos tiempos. Los seres humanos nacen inmaduros (neotenia) en el seno de grupos y luego completan su maduración, de modo que la trama social, mensajes intercambiados incluidos, es factor y parte indisociable de su desarrollo. La cultura y el habla, por tanto, a la vez que se aprenden contribuyen decisivamente a completar la maduración y acompañan al desarrollo biológico entremezclándose con él. Biología y cultura, sociedad y lenguaje están en los seres humanos profundamente enlazados, hasta el punto que como dijo hace unos años C. Geertz —y pese a la imaginación ilustrada de los niños lobo— un ser humano sin cultura no es un animal (mudo), es un monstruo. No cabe concebir la inteligencia como algo evolutivamente superpuesto a la condición social sino indisociablemente entremezclada con ella. La soledad del Homo Sapiens Sapiens es tan solo una ficción basada en la abstracción. Otra vez C. Geertz nos iluminaba advirtiendo que nadie nace Homo Sapiens Sapiens (una categoría abstracta), sino que nace como alguien que pertenece a un grupo concreto, que habita un país y convive con otros en un lugar y en un determinado tiempo. La identidad de ese grupo es variada, pero a quien nace en su seno, la que sea se le atribuye “naturalmente”.
P. Para estudiar el origen del lenguaje se ha usado el método de la comparación con comunidades primitivas, con niños y con primates actuales. ¿De qué manera ha ayudado este método a hacer avances en la investigación en cada caso?
R. El método de la comparación permitía zafarse al menos de una frustración, la que provoca la imposibilidad de viajar hacia atrás hasta el tiempo original. Se imaginó que los primitivos humanos eran semejantes a las sociedades llamadas primitivas porque se pensaba que no habían evolucionado culturalmente, a los primates respecto a los cuales se pensaba que habían seguido igual que los antepasados de los seres humanos y a los niños —infantes (sin habla)— en el periodo de adquisición del lenguaje. No parece que ninguna de las tres estrategias haya contribuido significativamente a dilucidar el origen del lenguaje, pero los errores cometidos en la comparación sí han proporcionado un aprendizaje sobre los métodos que no se deben seguir y también algunos hallazgos en cierto modo inesperados. Los más destacables proceden de la comparación con determinados primates, no tanto como sujetos de experimentación en laboratorio, sino observándoles sin interferir en sus ambientes naturales. Aunque las conclusiones no tienen que ver (o al menos no lo sabemos aún) con el origen del lenguaje, sino, por ejemplo, con la “teoría de la mente”. Se llama “teoría de la mente” a un proceso cognitivo por el cual alguien piensa que otro (igual que él) también piensa (es decir, alguien cree saber cuáles son las intenciones de otro). Un proceso que se presume decisivo en el habla.
P. ¿Qué predicamento tiene hoy la teoría de que todas las lenguas del mundo proceden de una única lengua originaria?
R. Más bien la cuestión suele estar asociada a la emergencia del Homo Sapiens moderno en un único lugar o en varios lugares de forma separada y dentro de un periodo amplio de tiempo sobre la que al menos se cuenta con restos fósiles. Algunos estudios sobre lenguas de poblaciones africanas de la rama Khoisan con un número importante de fonemas se ofrecen como si estuvieran relacionados con lenguas muy primitivas.
P. Con el auge de lenguas como el inglés, el español o el chino, ¿estamos en una época de regresión de la diversidad lingüística?
R. Efectivamente la enorme difusión de estas lenguas (el chino posiblemente hay que diferenciarlo en varias) ha contribuido decisivamente a la reducción de la diversidad lingüística. Hay otros factores responsables de esos procesos. Muchas poblaciones han sufrido un deterioro demográfico dramático, algunas veces obligadas a abandonar sus hábitats tradicionales y sus formas de subsistencia. La colonización, la modernización y la globalización han provocado directa e indirectamente no solo el abandono de las lenguas tradicionales sino la desaparición de los pueblos que las hablaban.
P. ¿Cuántas lenguas existen hoy en el mundo y cuál ha sido, según los datos disponibles, la época de mayor diversidad lingüística de la humanidad?
R. El número es objeto de discusión y difícil de precisar. Para empezar no siempre hay consenso sobre la diferencia entre lengua y dialecto. Es común afirmar que hay más de 6.000 lenguas. Pero aún se sigue trabajando en su identificación y catalogación. Seguramente ha habido distintas épocas de contracción y de expansión de la diversidad lingüística. Presumiblemente la de mayor diversidad posiblemente fuera el siglo que en Occidente se cuenta como XVIII, pero no se dispone de datos fiables sobre las lenguas en el mundo en ese tiempo, sino que se infiere de los informes realizados a partir de entonces sobre el estado de algunas lenguas en distintas partes del mundo que ya se apreciaron en trance de desaparición.
P. Se ha tomado un año sabático para escribir el libro. ¿Es difícil compaginar las tareas docentes con la investigación?
R. Sin duda, pero la dificultad varía según la magnitud del proyecto emprendido. Me temo que este proyecto se ha quedado solo en una primera fase. Y además exige revisiones regulares cada cierto tiempo, puesto que numerosas de las cuestiones tratadas varían según los datos que aportan cada año las investigaciones de distintos grupos en el mundo. Y, de todos modos, un año sabático no deja de ser un privilegio que agradecí a la UNED en su momento.
P. Quienes critican el lenguaje inclusivo dicen que es absurdo intentar cambiar la realidad a partir del lenguaje, es decir, pretender que la sociedad se vuelva más justa e inclusiva a partir de una modificación del léxico empleado. Pero si el lenguaje “canaliza el pensamiento” y otorga “una forma de ver el mundo”, como dice usted, esos críticos estarían equivocados. ¿Qué opina al respecto?
R. En este libro he expuesto las teorías de la relatividad lingüística de Whorf, a menudo escasamente comprendidas e injustamente menospreciadas sobre la relación entre lenguaje y pensamiento. Ciertamente una sociedad no necesariamente cambia en justicia y equidad porque modifique el léxico. La inclusividad es muy amplia y no solo debe referirse al género. Además, ya se sabe que el género en español es una categoría muy compleja. Una pequeña muestra: se ha hecho notar hace tiempo que las palabras que designan contenedores cuando se enuncian en femenino designan objetos más grandes, más imponentes, que cuando se enuncian en masculino. En realidad, si la modificación es solo cuestión de léxico (sustitución de una palabra por otra) el cambio es superficial. Los criptotipos de los que hablaba Whorf no suelen ser conscientes y afectan a las formas gramaticales y sintácticas que son más determinantes de cómo se habla y se piensa, de cómo es la visión del mundo que tienen las sociedades humanas. Los sesgos se sitúan en lo más profundo de las estructuras lingüísticas y nos hacen decir las cosas sin advertir lo que eso supone. En algunas lenguas, el pronombre plural de primera persona implica decir “nosotros (pero tú no)”, por lo que es excluyente. En algunas otras lenguas la palabra para designar a una tercera persona es distinta si está presente o si no lo está (¿sería discriminativa?). En algunas lenguas la posesión de una cosa se expresa por medio de un morfema (equivalente a genitivo) que indica que es lo mismo que el sujeto que la posee (¿niega la posibilidad de compartirlo?). En las lenguas a menudo se producen apropiaciones cognitivas, de las cuales no somos conscientes. Hasta la propia ciencia lingüística ha sido elaborada poniendo el foco fundamentalmente en las lenguas del tronco indoeuropeo y sin embargo se pretende universalmente válida para todas las lenguas del mundo, conlleva sesgos que impiden reconocer y apreciar los múltiples valores de muchísimas otras lenguas. El debate sobre la terminología inclusiva es apenas un apunte sobre los sesgos que van insertos en las lenguas y que incluso afectan a la propia Lingüística.